RESTAURACIÓN MUSEO ESTEVEZ

Si algo faltaba en mi carrera de artesano era precisamente hacer restauraciones para un Museo. Ya tenía la experiencia de hacer restauraciones para particulares pero para una institución de éstas características era todo un desafío. Así fue que la Museóloga y Curadora Graciela Juárez me propuso hacer ésta restauración para el Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez. Se trataba de una arqueta peruana estilo mudéjar del siglo VIII constituida por aplicaciones de nácar y carey en toda su superficie, la arqueta estaba en un estado de mucho deterioro, le faltaban piezas y algunas pocas se habían desprendido, a lo cual había que sumarle el fruto de viejas y deplorables restauraciones que ,de manera irresponsable, habían hecho un verdadero desastre en ésta bellísima y elaborada arqueta que era en verdad un gran trabajo artesanal de marquetería mudéjar. Ciertamente debo admitir que en un principio ,semejante trabajo por hacer, me acobardó un poco, era una tremenda responsabilidad trabajar sobre ésta pieza que estaba en tan pésima condición, pero finalmente junte coraje y acepté. A Graciela Juárez ya la conocía de otras áreas de la Subsecretaría de Cultura Municipal, con ella habíamos compartido momentos del mundo de la artesanía en años pasados.

Fue así que conocí a la Directora del Museo Estevez, la Licenciada Analía García, una joven mujer con un concepto innovador en la gestión de la institución, ya que tuvo muy en cuenta la propuesta de Graciela Juárez ,también innovadora, de integrar a los artesanos con el museo, y Analìa sin conocerme demasiado confió en mì y comenzó así mi trabajo en el Museo. Realmente fue una experiencia enriquecedora ya que trabajar en un Museo implica respetar y adecuarse a metodologías de trabajo pre-establecidas. Era todo un inconveniente para mì no poder llevarme la pieza a mi taller y tener que trabajar en un ámbito al cual no estaba acostumbrado, materiales y procedimientos distintos a los habituales en mi trabajo, horarios especiales, y el trastorno de tener que trasladarme al menos dos veces por semana, en jornadas de 5 a 6 hs corridas de trabajo. Pero me adapté rápidamente y mucho más cuando me enteré que me habían asignado a una colaborardora en restauración que estaría junto a mí en todo el proceso de trabajo, aportando su conocimiento y de alguna manera supervisando que todo se hiciera de la forma acorde y correcta como se trabaja en un Museo.

Debo admitir que fue una enorme sorpresa conocer a Roxana Martinelli, una joven Restauradora y Conservadora de Museos, por su extraordinaria capacidad de aplicar sus conocimientos y adaptarse con una gran buena voluntad a mi forma de trabajo, ambos nos complementamos en los conocimientos, en el trabajo, y en la convivencia temporaria ya que no es muy frecuente y fácil la comunión entre dos personas formadas de maneras distintas y con preconceptos forjados en la formación profesional. Por eso quiero destacar la calidad de persona de Roxana, más allá de su notable conocimiento profesional, encontré en ella a una excelente compañera de trabajo, un ser humano de esos que no abundan.

Pasaron algo más de 5 semanas de trabajo, durísimo trabajo, ya que previamente en mi taller iba cortando y preparando cientos de trocitos de nácar de una medida aproximada a lo que luego sería el detalle final de las nuevas incrustaciones, con esos trocitos ya perfilados en triángulos y pequeñas tiras rectangulares de 5mm de ancho, en el taller de restauración del Museo,nos dedicábamos a ajustarlas con lijas de distinto grano hasta que cada pieza entrara perfectamente en su sitio, porque ninguna pieza era exactamente igual a otra, variaban las medidas, los ángulos y los espesores, a lo que hubo que agregarle el calado especial que realicé de piezas faltantes con formas vegetales, es decir tallos y hojas en nácar que suponían un trabajo muy pero muy minucioso. Destaco la labor de Roxana quien previamente a la restauración de piezas faltantes se tomó el paciente trabajo de limpiar los huecos a rellenar mediante una técnica manual, artesanal, retirando viejos restos de pegamento que ,de no haber sido removidos, habrían dificultado mucho más la inserción de las nuevas piezas de nácar.

Una de las reglas básicas en el trabajo museológico es la de no agredir a la pieza en cuestión, con materiales químicos o procedimientos mecánicos que alteren la originalidad de la pieza, por lo cual una vez incrustados los nuevos trozos de nácar se efectuó una minuciosa limpieza a cargo de Roxana con procedimientos que no eran habituales para mi experiencia como artesano, tampoco el pegamento utilizado era de los que utilizamos con frecuencia en una restauración particular.

Así fue que la presencia de Roxana Martinelli enriqueció mis conocimientos y además le puso una nota de color al trabajo con su presencia ya que de haber estado solo en ese silencio casi "sepulcral" ,típico de los museos, habría sido aburrido y tedioso, sin olvidar tampoco las breves paradas de descanso que amenizábamos entre mate y mate, costumbre tan argentina que como verán, es bien compatible con lo que se imagina de la rigidez y acartonamiento de un ámbito tan especial como lo es un museo.

Finalmente debatimos con Roxana la cuestión de las piezas faltantes de Carey, y sabíamos que desde hace mucho tiempo èste material extraído cruelmente de las tortugas marinas, estaba ya perimido y cuestionado por leyes ecológicas que condenaban y prohibían la matanza de éstos animales para la extracción de su caparazón ,para la elaboración de lo que conocemos como "Carey". Descartado el Carey teníamos la opción de un material sintético de imitación , pero también fue descartado por esa misma cuestión que antes les comentaba sobre las reglas del museo sobre la utilización de productos no acordes a la estética de las piezas y a la normativa internacional de los trabajos en museología. Fue así que la restauración del carey resultó en la magistral intervención de Roxana aplicando técnicas propias de su especialidad logrando una similitud realmente imperceptible de las piezas de Carey, un trabajo de excelencia que reafirma concientemente su admirable capacidad para la cual dedicó años de estudio y sacrificio y siendo tan joven es sin duda alguna, una profesional que estimo, va a descollar en un futuro cercano dentro de su especialidad, no me caben dudas de ello.

El trabajo concluyó y quedamos todos quienes formamos parte de èste proyecto, muy conformes. Llegó el día de la presentación oficial en una de las salas del Museo y fué una enorme satisfacción ver allí a esa arqueta que, de haber hablado, seguramente pediría a gritos que la volvieran a la vida. Particularmente, trabajé siempre sobre esa arqueta no sòlo con mi conocimiento de artesano si no también con mi "consciencia artesanal", pensaba en el ilustre desconocido que la había creado hace un siglo y sentí un gran respeto por èl, ese artesano de quien nada constaba en los registros, alguien que pese a las limitaciones tecnológicas de esos días puso seguramente todo su amor en esa pieza, pensé en que al fin, algo de mí se quedaría en mi ciudad, mi querida ciudad...esa que me viera nacer hace 20 años, me viera crecer y hoy me estaba reconociendo y hacièndome sentir como alguien querido y valorado, porque mi ciudad ha sido cruel en otros tiempos en los cuales los artistas locales no eran tenidos en cuenta y sólo servía lo que llegaba de "afuera". Siento que llegaré inevitablemente un futuro en el cual muchos ya no estaremos y alguien verá esa arqueta y recordará que fueron las manos de uno de los hijos de ésta querida ciudad quien en el año 2009 dejara lo mejor de sì para una institución muy nuestra.

Cuando uno siente felicidad en lo que emprende puede minimizar aquellas cosas que en otras situaciones no relegaría, quiero decir que éste paso por el Museo Estevez ha sido para mì de una inmensa felicidad, cada mañana camino al museo lo he hecho con alegría, no sólo por la importancia del desafío si no también por el buen trato que recibí, por el respeto, por la amabilidad, por la amistad. Por conocer a personas valorables que intentan cambiar lo que parece imposible lograr, desde las limitaciones económicas y de infraestructura que padecemos en nuestro país, gente joven con nuevas perspectivas y conceptos que evidentemente dan todo a su alcance por mejorar el estado de cosas que parecían inmodificables. Consciencia profesional y humana, siempre destaco ésto, porque se puede trabajar casi mecánicamente, cumplir horarios, dejar correr el mes y cobrar un sueldo, pero cuando se cobra un sueldo dejando lo mejor de uno, en proyectos, en innovación y en calidad humana, todo al mismo precio..., es doblemente valorable y son esas personas las que dejan huellas inolvidables sea cual fuera el ámbito en el que se desempeñan. Quienes me conocen de verdad saben de mi permanente reflexión crítica, un hombre que difícilmente quede conforme 100 % con lo que hace y con lo que hacen los demás, no suelo elogiar cosas que no lo merecen, pero en éste caso me doy por satisfecho con mi trabajo y con el de los demás, puedo decir que ha sido "misión cumplida".


Muchas gracias a Graciela Juárez de quien nació esta excelente idea de integrar a los artesanos al museo, también por tenerme en cuenta y proponerme ante las autoridades del museo para la restauración de ésta pieza, por tener la capacidad de convocarme mas allá de las divergencias que hemos tenido en otros tiempos y que han quedado en lo que son en verdad, discrepancias entre dos personas respetables que pueden no estar de acuerdo pero en un marco de respeto mutuo y aceptación de construcciones distintas desde posturas diferentes, pero que a la hora de construir cosas positivas tienen la madurez para emprender sin recelos ni resquemores que han quedado como una anécdota del pasado. A Analía Garcìa, Directora del Museo Estevez, una mujer adorable en su trato respetuoso, en su confianza por alguien como yo que era aùn un desconocido, por su predisposición siempre a flor de piel para cualquier requerimiento referente a nuestro trabajo, por su dedicación como funcionaria pública para enaltecer a una institución tan querida por los rosarinos. A las chicas estudiantes de la Escuela Municipal de Museología que estuvieron compartiendo breves momentos en la sala de restauración demostrando su vocación y su capacidad tal como lo fuera Natalia....otro futuro valor en su especialidad. A todo el personal del museo, hasta aquellos con los que apenas he cruzado unas palabras o un cordial saludo. A Roxana Martinelli, juntos hicimos realidad el proyecto de revivir esa arqueta, por compartir conmigo su conocimiento, por su buena predisposición, por el compañerismo y por su alegre juventud que iluminó los grises del silencioso museo, por su amistad, su humildad ,solidaridad y excelencia como ser humano.

A toda mi familia, por su apoyo incondicional, ellos muchas veces mas que disfrutarme deben padecerme...je.

A los duendes, esos que durante éste tiempo no me abandonaron y me inspiraron para estar brillando en la creatividad, a todas las personas que de una forma u otra me tuvieron en sus pensamientos de manera positiva deseando que todo saliera correctamente.

A Dios y a la vida por darme un don que es mi vocación, la que me permite ser un hombre medianamente feliz en lo personal.

A ustedes queridos visitantes que se han interesado por éste trabajo.
Gracias por su tiempo.



La Arqueta antes;















El proceso de restauración;















Trabajo terminado;





















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